Reflejos en un Espejo Chino

* Francisco J. Vargas


Columna #43: ¿Quién Es El Ladrón?

En esta vida todas las cosas tienen trasfondo, aspectos que van más allá de lo que se ve a simple vista. Si no examinamos detenidamente lo que pasa a nuestro alrededor, siempre nos agarrarán desprevenidos aquéllos que quieran dañarnos.

Por ejemplo. En vista de la violencia imperante en México es desagradable (pero inevitable) aceptar que vivimos en un país de ladrones. En esta república platanera roban los ciudadanos, los policías, los banqueros, los gobernantes, y el clero. Si, los curas roban a los fieles el coraje necesario para responder al despojo con la justicia. Roban los medios de comunicación también, pues después de cada robo del gobierno a los ciudadanos le echan tierrita al asunto para que se olvide rápido y pronto nos roben de nuevo.

Aparte de ser éste un pueblo desmemoriado a los ultrajes, no puede usted dejar nada descuidado porque se roban hasta a los niños. Ni siquiera hay distinción entre las dos clases sociales: los de arriba y los de abajo roban por igual.

¿Pero por qué es el país un nido de rateros? Para contestar la pregunta vayamos primero a la raíz: cada país tiene una historia diferente y la de nosotros empezó su era moderna con la Conquista.

Los anales de los antiguos mexicanos cuentan que el robo era severamente sancionado entre ellos. Pero los conquistadores y curas españoles llegaron quemando gente y quemando la historia antigua, destruyendo propiedades y templos, robando y matando indios, apropiándose a fuego y sangre de lo ajeno. Esta costumbre es, evidentemente, natural en los españoles, así que transformaron México a su imagen y semejanza. Nos llegó de fuera gente avariciosa, explotadora (por eso los naturales los bautizaron cómo ``ladinos'' y ``gachupines'') y sin respeto a la ley. Al final nos hemos convertido en criminales igual a ellos y nos parece a todo dar la cultura del crimen sin castigo.

Robar ha sido aquí (y en toda Latinoamérica) el modus vivendi de gobernantes y gobernados desde hace cinco siglos. Hasta el mito de que en tiempos de Porfirio Díaz se podía dejar dinero tirado en la calle y nadie lo levantaba es eso: un mito. Algún intelectual lambiscón tomó un incidente real en la historia china y se lo atribuyó a Díaz. (Así lo han hecho los blancos por dos mil años, primero en Europa y luego aquí, atribuyendo pasajes históricos de China a personajes de por acá incapaces pero en el poder). Cierto es que en China hubo un periodo en el que nadie se atrevía a robar lo dejado en la calle pues el ladrón (y su familia) era ejecutado, pero en México hasta Porfirio fue ladrón.

En México el castigo a los ladrones es leve por necesidad, de otra manera acabarían las autoridades mismas en el botellón. Y generalmente los criminales no son tarugos, únicamente desalmados. Ya ve, los ``maestros'' asaltan el Senado tomando rehenes, robando y destrozando el recinto, pero en lugar de ejecutar a esa pandilla de pillos para escarmiento de los demás, cuicos y ciudadanos nos reímos de su travesura.

Porque vamos siendo objetivos. No existe un país tan mal administrado como el nuestro, dónde el impuesto personal raya en un 40% que jamás se ve reflejado en servicios a los ciudadanos pero sí en las inmensas fortunas amasadas por funcionarios deshonestos. Esto es, ni más ni menos, ejemplo de la cultura del robo.

El precio del petróleo cayó a su nivel más bajo de la historia y los precios de la gasolina no bajaron, !se dispararon! Los principios de estrategia chinos dicen que cuando el ladrón desea algo nuestro, primero nos hace creer que no vale nada. Pues así hace Gurría el de Hacienda: México no es país importador de petróleo, éste es de nosotros, pero cuando baja el precio del mismo Gurría nos sube el precio de la gasolina y los impuestos. Nos hace creer que porque recibe menos dinero el gobierno, !tenemos que reponérselo nosotros! Y el pueblo callamos y pagamos doble. (Y nunca hay recibos de lo que dice Hacienda se gasta en el presupuesto nacional.) Con la misma excusa se recorta el gasto público, pero si el ingreso del petróleo es el 1% del PIB, cuatro mil quinientos millones de dólares anuales según Gurría (cuentas por demás muy cortas las que nos hace el gran capitán) ¿cómo explicar que la caída del crudo le de en la torre a toda la economía mexicana? Dónde están los impuestos, las entradas de servicios y bienes federales, los préstamos del exterior, etcétera? ¿Cuánto armamento le han comprado al Ejército este año y para qué? ¿Por qué no se hacen auditorías públicas para verificar el número exacto de barriles de petróleo que se venden al exterior y ver si Pemex está involucrada con Hacienda para hacernos cuentas mochas? ¿Por qué el presidente puede pedir prestado miles de millones de dólares en el exterior sin antes dar cuentas públicas de la razón, y del uso posterior (con recibos) del dinero? Dice Gurría qué las divisas petroleras simultáneamente representan el uno por ciento del PIB y la tercera parte de los ingresos públicos. Pero esas cuentas no cuadran. O no sabe sumar Gurría, o el dinero está dónde no debería estar, qué es lo más seguro. Esto es, niños y ancianitos, la lógica torcida de la cultura del robo en todo su esplendor.

Zedillo mete su cuchara para justificar el alza de los precios y de impuestos, consecuencia de los robos priístas, diciendo que el gobierno no administra la abundancia pues ésta ``nunca ha existido.'' Pero hubo tiempo que el petróleo estuvo a cuarenta dólares el barril y se producían incontables (en todo el sentido de la palabra) millones de barriles al día, ganancia neta para el gobierno pues es producto natural, y nunca se ha sabido dónde acabó ese dinero y ni los panistas ni perredistas exigen cuentas del mismo a sus cuatachos del PRI. La cultura del robo, entonces, hace que los presidentes y políticos mexicanos mientan y les crezca todavía más la nariz.

Hace un año suplicaban el presidente y los priístas que no se rebajara el IVA. Pero aprovecharon estupendamente la caída del precio del crudo para nulificar el gasto público y aumentar los impuestos de manera criminal. Les cayó del cielo una coyuntura inesperada para trincar más al pueblo, y nosotros en vez de quemarles el palacio, !les pagamos los precios e impuestos sin chistar! Esto si no es la cultura del robo: es la de la estupidez ciudadana.

El gobierno mexicano no tiene ``administración:'' tiene ``repartición'' del dinero nacional. Cuando Gurría se niega ante los diputados a revelar el monto de la deuda del Fobaproa (asciende ya a 60 mil millones de dólares) demuestra que los funcionarios se creen dueños del país. Pero a Gurría no debe importarle por qué le preguntan: su obligación es responder y punto. Y cuando los diputados le recriminaron su plan para que los ciudadanos paguemos el adeudo, el imbécil, digo el secretario sale con qué ``están insultando al presidente.'' El que nos está insultando a nosotros es Gurría, pues administrar sería que se invirtiera el dinero del petróleo. El Sultán de Brunei y los príncipes árabes invierten bien el dinero del petróleo para beneficio de sus ciudadanos, para que produzca ganancias y no se vean afectados cuando hay bajones en el precio. Los funcionarios inservibles que tenemos sólo lo gastan y ni siquiera prevén problemas, mucho menos los resuelven como no sea ``aumentando la base tributaria.'' Y para defenderse, Gurría pone a sus títeres, digo a los ``periodistas'' López Dóriga y el televiso Ortega a decir qué el cuestionamiento de los diputados al secretario fue ``banal.'' Banales son Gurría y sus acólitos del periodismo: qué penoso lo que hacen todos ellos para poder comer. Andan tan urgidos de dinero fácil que quieren tomarse el café con tenedor y sólo ven el botín pero no el papelón que hacen frente a nuestros ojitos. La cultura del robo.

El Poder Ejecutivo pide a los legisladores penas más severas para delincuentes pero los pillos son policías que ni cuando son identificados por las víctimas los procesan los ministerios públicos. Las nuevas leyes ayudan a evadir los propios delitos de los gobernantes. ¿Para qué las quieren si ellos mismos son los ladrones? O sea, las autoridades tuercen las leyes para justificar sus propios delitos. ¿Se acuerda del asunto de la hermana del Procurador, acusada de estafa? Pues ahí anda, en la calle. Bezanilla Chapa anda libre. El procurador y exgobernador de Morelos andan libres. El Ratón Atómico anda a su aire en Irlanda, y así por el estilo. La cultura del robo a todo vapor.

Los ministros de la Suprema Corte, la última palabra de la ley en México pero no en justicia, se aliaron con los banqueros en contra de los ciudadanos a cambio de unos pesillos que les debían. Escandaloso y vergonzoso, y otro ejemplo de robo. Pero los ministros de la Corte también tienen que comer, qué caray. Con hambre no se puede juzgar bien, ¿verdad? Y si el juez está muerto de hambre, si el juez roba, si el juez no aplica la ley. . . . . . .

El problema aquí es que no hay árbitro en el conflicto entre gobierno y pueblo: estamos condenados a sufrir injusticias sin fin a manos de quienes nos deberían proteger. El mundo nos juzga un pueblo tonto e inmaduro por cuanto aceptamos la injusticia sin chistar, sin espíritu, sin coraje. Agachados, pues. Sicológicamente preparados por la Iglesia a aceptar abusos poniendo la otra mejilla, no sabemos como tratar a los funcionarios pillos. La cultura del crimen sin castigo.

Desgraciadamente nuestra actitud derrotista y cobarde no provoca en los sádicos verdugos compasión, sino más bien deseos de aplicarnos más castigo. Con la deuda pública, con el Fobaproa, con el alza de impuestos y precios a los servicios y productos y demás abusos, nos obligan a tomar más de la taza de la miseria y la derrota. Taza por demás vacía desde hace mucho tiempo, pero que nos empujan a seguir apurando aunque tengamos que pretender que todavía hay más desolación ahí para nosotros. La cultura del robo sádico.

Total. En México ¿quién es el ladrón y quién el policía? Está claro que todos, todos los partidos políticos en México están coludidos en el robo a los ciudadanos por parte de los gobernantes. Pero, ¿y por qué no reaccionamos al peligro de vernos cruzando el rio crecido en un bote de adobe? ¿Por qué no respondemos al abuso con rituales chinos taoístas que derriben a los conquistadores de su montura de una vez por todas para que la amargura se torne felicidad? Pues como dicen los cursis: !buena pregunta!

LAS PROFECÍAS CHINAS - PROFECÍA NÚMERO TRES (DE 60)

Una mujer con espada en la mano

El Dibujo: Una mujer con espada en la mano.

Hexagrama #33: Retirada, replegarse. Ceder.

Primera Adivinanza:

El Sol y la Luna iluminan la Tierra.
Igual parece hombre que mujer.
Ella no está capacitada para gobernar el Imperio.

Segunda Adivinanza:

La rama está partida pero la raíz quedó intacta.
La gallina (y no el gallo) anuncia el amanecer.

Interpretación: La Profecía: La predicción de qué una mujer obtendría el trono.

El Dibujo: La figura de una mujer con tocado imperial sosteniendo una espada. Obviamente es una emperatriz y una anomalía en la sociedad china de la época, dominada por hombres.

El Hexagrama: Símbolo de gente asustada huyendo de terrible persecución.

Las Adivinanzas: La primera línea, "El Sol y la Luna iluminan la Tierra," se refiere al nombre de Wu Tsé-tien y la influencia que ella tendría sobre el Imperio Tang. La segunda línea, "Igual parece hombre que mujer" de nuevo se refiere a Wu Tsé-tien, ya que ella tuvo autoridad que tradicionalmente sólo tenían los emperadores. Tenía facciones femeninas pero gobernó con el corazón de un tigre, por eso fue al mismo tiempo hombre y mujer.

La última línea, "Ella no está capacitada para gobernar el Imperio" se refiere a la manera en que Wu Tsé-tien empezó a reinar, atrás de la cortina cerca del emperador mientras éste vivió.

El significado de la segunda adivinanza es éste: cuando el Emperador Tai Tsung murió (en 649 D. de C.) su hijo fue coronado con el título Emperador Kao Tsung. Inmediatamente los aliados de Wu Tsé-tien buscaron la forma de regresarla a palacio pues el emperador la había exiliado a un convento budista. Afortunadamente el nuevo emperador todavía estaba enamorado de Wu Tsé-tien y también quería verla de nuevo.

Dos años después de ascender al trono, Kao Tsung se trasladó al convento dónde Wu Tsé-tien estaba recluida y ahí, sin recato alguno, repitieron su relación sexual hasta que el emperador hizo los arreglos necesarios para llevarla consigo a palacio.

A su regreso, Wu Tsé-tien recuperó inmediatamente su rango de Dama en la corte imperial. Su vuelta a la capital como la concubina imperial preferida estaba profetizada en las primeras líneas de la segunda adivinanza, ``Ella regresa al palacio. Temprano por la mañana entra de nuevo a las habitaciones imperiales.''

Al poco tiempo Wu exigió ser llamada Wu Jou (Emperatriz Wu) a pesar de que el emperador estaba casado. Sus allegados le cumplieron el deseo en su presencia, pero lejos de ella la llamaban en secreto Tien Jou, título por debajo del de la verdadera emperatriz.

La ambición de poder político en la concubina no conoció límites. Se dice en China que "detrás de cada hombre de éxito hay una mujer.... jalándolo hacia abajo" y para el Emperador Kao Tsung la concubina Wu Tsé-tien fue esa mujer. Decidida como estaba en obtener el control del imperio, ella empezó por ejecutar o exilar sin tregua a tantos familiares cercanos del emperador como pudo. De esa manera en poco tiempo se convirtió en la verdadera autoridad atrás del trono y apoyada en una red de espías capaces y desalmados pronto controló todo lo que pasaba dentro y fuera del palacio. Quien se le atravesaba en el camino o le reprochaba su conducta era asesinado sin piedad o cuando menos torturado, encerrado o exiliado. Nadie estaba a salvo de su furia sin límite. Hasta ministros que se opusieron a Wu Tsé-tien fueron arrestados y obligados a tomar veneno en su presencia.

Durante este periodo la cruel y ambiciosa Wu Jou plantó la semilla del desorden en el corazón de la joven dinastía. Con intrigas mejoró su posición en palacio, colocó de nuevo a sus parientes en empleos claves, y fácilmente echó abajo la oposición ya de por si débil de la verdadera emperatriz.

Wu Tsé-tien se convirtió pronto en el terror de la corte y hasta sus adversarios la temían y evitaban atreverse a molestarla. Siglos después Lucrecia Borgia trató de imitar los métodos de la perversa concubina, pero con mucho menos éxito.

Cuando Wu Tsé-tien dio a luz a un hijo del emperador, éste se puso tan feliz qué desde entonces evitó el contacto con su verdadera esposa. Con un nuevo príncipe en casa, la concubina se volvió aún más poderosa. Su parientes tenían posiciones clave en palacio y entre todos forzaron a los demás cortesanos a rendirse al clan Wu. Los espías de ella sabían todo lo que se hacía y decía en las cámaras imperiales, pero Wu Tsé-tien no se sentía del todo satisfecha en su posición y decidió enemistar al emperador con la emperatriz, que a la sazón se encontraba embarazada. El emperador amaba a la concubina pero sus espías le tenían bien informado de sus acciones en palacio, así que no desconocia sus intrigas y diabluras. Para proteger a la emperatriz en caso que el muriera antes de lo previsto, el emperador le dio a ella un documento confidencial autorizándola a ejecutar a la concubina si ésta la llegaba a mortificar más de la cuenta.

Pero ni el emperador ni la emperatriz eran pieza para la concubina, la cual se enteró de la existencia del documento secreto y diseñó un plan para destruirlo. Un día que la emperatriz enfermó, la concubina le mandó una sopa medicinal especial. En esos días se creía que cuando una persona estaba enferma podría acelerar su recuperación si un pariente cercano preparaba una sopa con un pedacito de su propio cuerpo agregándolo a la sopa.

Acto seguido la concubina visitó a la emperatriz con un vendaje en el brazo, insinuando qué ella preparó la sopa a costa de herir su propio cuerpo. La ingenua emperatriz creyó el teatrito e impresionada por la lealtad y generosidad de la concubina quemó el documento confidencial. Huelga decir que la herida de la concubina no era genuina y la sopa era un brebaje ordinario.

La concubina pues logró su cometido en destruir el amenazador documento. Una vez que el asunto fue zanjado, empezó a planear la destrucción de la emperatriz. Un primer plan que involucraba a la emperatriz en la muerte de una princesa por poco acaba con la emperatriz, pero falló al final. Desgraciadamente un hermano de la emperatriz se enteró del peligro que la rodeaba e hizo en palacio rituales chinos para asegurar que ella tuviese un hijo varón.

Los espías de la concubina se enteraron y le reportaron el problema. Temerosa de que su propio hijo fuese relegado a una posición secundaria en la línea por el trono si la emperatriz llegaba a tener un hijo, la concubina fríamente diseñó otro plan para destruir a su rival.

Primero que nada, Wu Tsé-tien mandó hacer un mono de brujería representando al emperador, agujitas clavadas incluidas. Esto daba la impresión de que el emperador estaba siendo atacado con magia negra. Luego dio órdenes para que le administraran pequeñas dosis de veneno al emperador. El veneno lo mezclaron en el te qué un sirviente le daba al emperador. Éste no detectó el veneno porque se lo daban cuando jugaba ajedrez y su mente estaba concentrada. Cuando el emperador cayó enfermo el doctor que lo examinó no encontró la causa. Al empeorar, la concubina y sus aliados trataron de convencer al emperador de que su enfermedad era pura brujería.

Eventualmente el emperador les creyó y ordenó una búsqueda en palacio de cualquier evidencia al respecto. Durante el registro, uno de los sirvientes de la concubina plantó y luego ``encontró'' el mono en un cuarto escondido tras las habitaciones de la emperatriz. Lo malo fue que en ese momento el hermano de ella hacía un ritual en ese cuarto, así que la evidencia de culpabilidad parecía muy clara, por lo que lo arrestaron. Inmediatamente el emperador se recuperó, pues ya no le administraron veneno, lo cual lo convenció de que la emperatriz lo había embrujado.

La concubina se frotó las manos pensando que la emperatriz sería ejecutada, pero varios ministros convencieron al emperador de que alguien le había puesto un cuatro a la infeliz. En vez de ejecutarla o exiliarla, el emperador se contentó con ejecutar al hermano y demandar la renuncia de algunos ministros allegados a la mujer. La concubina hizo un coraje de espanto, pero ni modo.

Después del incidente el emperador relegó a la emperatriz a una pequeña sección del palacio y nunca jamás la volvió a visitar. Lo único que le impedía a ella suicidarse era la esperanza de tener un hijo que pudiera un día heredar el trono que merecia. Y si, la emperatriz dio luz a un niño, pero la concubina mandó un asesino a que diera muerte a madre e hijo. Sin embargo el mensajero de la calaca le permitió a la actriz morir por su propia mano y luego huyó con el niño vivo. Años después los deseos de la emperatriz se cumplirían cuándo su hijo regresó a reclamar sus derechos al trono y se convirtió en emperador de la dinastía. De ahí la primera línea de la segunda adivinanza, ``La rama está partida pero la raíz quedó intacta.''

En 684 el Emperador Kao Tsung murió y la concubina oficialmente pasó a ser Emperatriz Wu Jou y se cumplió la profecía concerniente a la Dinastía Tang. La última línea de la adivinanza, ``La gallina (y no el gallo) anuncia el amanecer'' indicaba qué una mujer se sentaría en el trono al no haber emperador en el imperio. Exactamente como los ministros-adivinos advirtieron al primer emperador, éste era el deseo del Cielo y no pudo ser cambiado por seres humanos.

Wu Tsé-tien fue la segunda mujer que gobernaba China. La primera fue la Emperatriz Lu de la Dinastía Han (206 A. de C. - 220 D. de C.). Después de Wu Jou únicamente otra mujer ocupó el trono imperial en China y fue la Emperatriz Tzu Hsi de la Dinastía Ching (1644-1911).

Wu Jou reinó durante 20 años, de 683 a 705. Con la ayuda de 2 sobrinos y otros parientes capaces gobernó China con mano fuerte y el imperio prosperó.

Eventualmente algunos ministros la forzaron a abdicar el trono a la edad de 82 años. Pero antes tuvo el buen gesto de traer a palacio al hijo de la emperatriz que ella eliminó, y lo reconoció como príncipe heredero. Cuando el príncipe llegó a emperador, la Dinastía Tang continuó en el trono. Debido a esto se puede decir qué a pesar de los males que causó a la familia real, Wu Jou les permitió continuar en el poder al reconocer al verdadero heredero al trono.


* Master, Estrategia Militar China

E-mail: visionpf@direct.ca


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Copyright © 1998, Francisco J. Vargas